Perpleja
Descolgando
Cogí el teléfono, como el que va a la mina a ser la tuneladora de otros,
-¿Si? (Sentada en la punta del sofá, escuchando de fondo y a medias un anuncio de la copa ecologica y menstrual)
-¿Eva? (Él, muy espabilado, no)
-Si, (con recelo, despistada)
mi voy sonaba cansada, apática y un poco fría, pero su ¡Hola! fue alegre y energético, así que cambié algo mi humor y contesté con un risueño y forzado ¿que tal?... la conversación transcurrió durante unos veinte minutos entre "bien", "genial", y esa retahíla de estupideces, con aquel optimismo inocente de una primera llamada, de un nuevo contacto.
Decidimos quedar, algo sin sexo, no demasiado serio y en plan "sin planteamiento", bobadas que una se dice para dar una imagen de mujer de teleserie de años 90, desenfadada, inteligente y mordaz al 33'4%.
Me vestí, (evidentemente, no éramos nudistas(creo)), de una manera casual pero desesperada y añadí al desatino un poco de maquillaje, tapando las imperfecciones que tanto reconocemos con los años.
"Nasia para matar"
odio estas mierdas, necesitar una polla, un compañero, a alguien. Me jode la compañía de la misma forma que me putea la soledad.
Te reúnes en un espacio desconocido, con un tipo desconocido, durante un tiempo desconocido, alguna vez me planteé algún tipo de conversación interesante, antes, cuando estaba más joven, ahora, ya me es indiferente dar una imagen de mujer culta o interesante con taparme los michelines y simular colágeno y color en mis mejillas me parece, suficiente.
Dos besos, un diálogo distendido, un par de cervezas y se abre el mercado, tu producto es vender un poco de tu intimidad, un cacho de carne y un par de sueños, además para mejorar la transacción das un par de bocanadas a un cigarrillo y así dibujas esa típica imagen cinematográfica parisina de romanticismo infinito.
Todo para, en definitiva, ser el resultado de un problema matemático, un ángulo y un giro de 180° para algún atrevido.
Odio esta mierda, para que te amen, tener que simular que tienes algún tipo de afecto hacia el género humano, que te preocupa que respire y que tu interés trasciende en algo más que en aquel sencillo apéndice de unos 16 cm.
Lo suyo
su casa, su coche y su vida.
Todo y eso entré algunas noches en su vida, jamás sin ser nosotros, tampoco, nunca pretendí esa mierda, odio los espacios cerrados, esos laberintos, que cada vez se complican más, puertas y más puertas, ondas expansivas llenas de relaciones humanas, así que íbamos, nos conocíamos y yo me dejaba hacer, me gustaba ganarme su confianza, me importaba poco sus historias, aunque tengo que reconocer que si me encantaba su buen gusto por el vino, que devorábamos de forma convulsa.
Estaba muy orgulloso de su órgano, de su cuerpo, de su mente, era un tipo vanidoso, otra mierda de personalidad humana, follable, estúpida, rígida y tan vulnerable como prenderle fuego manipulando el cuadro de contadores.
Disfrutaba de amar esa mierda porque algo tan vacío hacía que rebosara mi ...
Felicidad...no sé.
Comentarios
Publicar un comentario