La carrera.
Corría a la altura del coche, y se dejó tropezar, allí, contra el suelo quedaron alborontado sus sesos, aquel pergamino de masa encefálica sin descodificar. Sus tacones de terciopelo azul estaban salpicados de trozos de tripas, el conductor del vehículo un cansado asalariados de prensa vomitaba el bocadillo que le había preparado su gentil mujer, no había apagado la radio, que curiosamente pasaba una cuña del McDonald's con su nueva hamburguesa Aitana...
-¡joder! Que se llame Teresa, que suena a magdalena...repetía el nacarado conductor...Se ha tirado, ¿la visitéis? ¡joder! Hacían Masterchef hoy, pero no estoy para más fiambres, murmuraba entre dientes, quizá algo descolocado por la escena del que era el único que había salido vivo.
En pocos minutos se encontraba rodeado por sonidos de sirenas, claxons de coches y voces lejanas, además de una esperpèntic gama de colores , una vulgar noche de lunes convertida en espectáculo.
Alguna sirena acababa bifurcándose hacia otro espacio, los suicidos son anomalías genéticas del destino, que uno no identifica a simple vista, pero que no dejan crecer a los agraciados de forma "convencional" (volvamos al trabajador), que llama a la esposa, histérica, balbucea, ella pregunta por él de manera considerada y por la masa sanguinolienta, ¡bastarda!.
Que triste figura la de la presunta muerta, su sombra parece que duerme, ella parece que resucita con una decadencia propia de cualquier escritor de la generación del 98.
La poli pone orden, aquí el cadáver, aquí el atropello, el conductor, viene del trabajo...son tan...espabilados... La señora sigue allí, enseñando unas preciosas bragas, su estómago y la mente, desde luego, eso es desnudar a una mujer, el obrero ha hecho un buen trabajo.
Levantan el cadáver, se cae un NIE...joder la tía se llama...
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